Jarmush había decidido marchar para siempre del clan. De hecho, había decidido irse a vivir aislado de cualquier contacto con el resto de humanos.
Durante toda su vida había intentado, en vano, conocer a otras personas como él, con las que poder compartir experiencias, intereses, juegos y conversaciones sin final. Sin embargo, Jarmush había perdido ya cualquier esperanza de conocer a alguien así. Se sentía frustrado porque se consideraba extemporáneo, su lugar no estaba entre los humanos, quizás tampoco en ese tiempo. "Quizás en otra vida, en otro lugar o en otra época pueda encontrar a mi gente" .- pensaba. Pensó que una vida de retiro espiritual y de contacto permanente con la naturaleza serían su mejor hogar hasta que la naturaleza decidiera poner fin a su existencia. Así que un buen día decidió hacer su hatillo y marchar.
No se llevó gran cosa. Algo de ropa para las inclemencias del tiempo, algo de comida para los primeros días, y una navaja para cortar, defenderse de los animales o utilizarla como herramienta. Su destino eran las montañas de Cassandra, un lugar inhóspito que nadie visitaba, pero en el que podría vivir tranquilo, con agua, frutos y caza abundante. Solo le acompañaba Nor, el perro lobo que había permanecido junto a él desde que se encontraron en el bosque de Eiwa, hacía ya 6 años.
Sin embargo, al tercer día de vivir en las agrestes montañas de Cassandra, se encontró con una anciana ataviada con un vestido negro, y que también se cubría el blanco cabello con un negro pañuelo. La anciana estaba sentada en una roca, y a sus pies un fuego a tierra donde asaba unas castañas.
Jarmush, sorprendido por el encuentro, se dirigió hacia la venerable anciana para preguntarle qué hacía en aquél recóndito lugar, tan apartado de la humanidad.
La anciana levantó su mirada hacia Jarmush, y Jarmush no pudo sinó fijarse en las miles de arrugas que daban a entender que aquélla anciana pasaba de los 100 años. Sin embargo, los ojos de la anciana escondían una mirada penetrante y encatandora. La anciana ofreció a Jarmush unas castañas recién asadas.- "come unas castañas, Jarmush, te reconfortarán...".
Jarmush se sorprendió que aquella anciana supiera su nombre. La anciana sonrió:
.-"No es necesario que digas nada, Jarmush. Estoy aquí por tí. Puedo leer tu pensamiento incluso antes de que tu seas consciente de él. Tú me invocaste sin saberlo el día que decidiste huír de tu destino. No se puede huír del destino, y estas castañas mágicas que te acabas de comer te devolverán al lugar del que no debiste escapar"
Jarmush escuchaba con atención, después de haber comido las castañas. No podía decir ni una palabra, y Nor, el perro lobo, yacía tumbado a los pies de la anciana castañera, quien proseguía hablando:
.- "Volverás a tu lugar, y cada 31 de octubre te dedicarás a asar castañas para ofrecer a todo aquel que se dirija a tí. Tus castañas tendrán tal poder mágico, que las personas que las coman, se volverán solidarias y dedicarán el resto de sus días a repartir amor y alegría por el mundo. A cambio, solo te pediré una cosa..."
Jarmush no daba crédito a lo que escuchaba, pero le seducía la idea de poder cambiar aquéllo que le había hecho apartarse del mundo, así que asintiendo con la cabeza, contestó a la anciana
- "Usted dirá señora".
La anciana prosiguió:
- "a cambio de ese don, debes darme tu alma. Llevo 5000 años intentando conocer a alguien como tú. Quiero tu alma, y con ella, obtendré la fuerza necesaria para adoptar un nuevo cuerpo más joven, y te acompañaré cada 31 de octubre en la misión que te he asignado. Si aceptas, nuestras almas permanecerán unidas para siempre, más allá de la vida y de la muerte, y nuestra magia unida servirá para que todas las almas en pena, y fantasmas desorientados encuentren su camino. ¿Aceptas?.
Y así fue como en las montañas de Cassandra una anciana cuyo nombre nunca supimos y Jarmush llegaron al acuerdo de asar castañas cada 31 de octubre. Si os encontrais alguna vez a Jarmush, acompañado de un perro lobo y de una joven castañera, y os ofrecen castañas, no lo dudeis. Cada castaña que comais aliviará vuestra alma y servirá para que un nuevo espíritu encuentre su camino.
Pedro Cuesta
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